Comparto la Lluvia
- Alysia
- 1 sept 2020
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 1 jun 2021
Hace una semana pedaleamos 65 kilómetros; pero no cualesquier 65 kilómetros. Empacamos todas nuestras pertenencias, nos despedimos de Playa del Carmen, y rodamos hasta Tulum— donde planeamos estacionarnos en lo que terminamos algunos trámites pendientes. A pesar del retraso y esta pausa que haremos en nuestra primera parada, ya se pueden olfatear ciertos rasgos del aliento aventurero. La carretera federal es un recorrido tan familiar, y que hago tan rutinariamente en carro, que me sé cada punto y cada puente casi de memoria. Pero ese día pintaba un color diferente. O quizás soy yo quien lo veía con ojos diferentes.
"Cuando llueve comparto mi paraguas. Si no tengo paraguas, comparto la lluvia"
—Enrique Ernesto Febbraro
Ese día compartimos viento y lluvia con Guillaume y Elisa, una pareja de cicloviajeros franceses recién llegados a México, que llevan pedaleando un año desde Brasil. Nos conocimos por casualidad la mañana anterior desayunando en un mercadito en Playa. Llegaron a sentarse en la mesa de al lado, sus bicicletas equipadas llamando nuestra atención. No creo que este tipo de ocurrencias sean pura coincidencia, sino que estamos más receptivos a un mundo que quizás en otro momento nos hubiera pasado desapercibido. Es decir, somos nosotros quienes ahora vemos con ojos diferentes.
Justo a la mitad del camino se encuentra mi cenote favorito, donde decidimos tomar un breve descanso y pequeño desvío turístico. La magia de este cenote es que por más veces que lo haya visitado, siempre cambia y renueva mi experiencia. Mucho tendrá que ver con la compañía que llevamos y las diferentes mezclas de energía que aportamos, pero siempre nos deja a todos asombrados y boquiabiertos. Disfrutarlo tanto por enésima vez me recordó que por más ansiosa que me sienta por embarcar hacia nuevos horizontes, también me ilusiona recorrer tierras conocidas con ojos nuevos y caras familiares. Al fin y al cabo, el chiste de viajar no sólo es descubrir lugares diferentes, sino tomar conciencia de nuestra mirada, nuestra presencia, y la manera que interactuamos con el entorno en que nos encontramos.

Desde que comenzamos a idear el viaje, lo que más me ha intrigado son las personas con quienes nos cruzaremos en el camino y compartiremos cachitos de vida. Pienso en el cicloviaje como un experimento para crear comunidad— entrelazando a todos aquellos que influyan y sean parte de la experiencia, de alguna u otra forma. Escuchar a personas contemplando la idea de darle la vuelta a su vida para arrancar con nosotros, no sólo ha sido emocionante, sino que se me hace algo extraordinario. Darme cuenta que hay quienes se animan a unirse a un plan que no tiene plan ni rumbo, es bastante alentador. Los 65 kilómetros de Playa a Tulum podrán sonar relativamente pocos o concurridos— pero más significativo que las distancias acumuladas son las almas que vamos atrayendo, y que van creciendo esta comunidad recién nacida.
Por supuesto que el tiempo que pasemos en Tulum nos servirá para agarrar callo y fuerza con la bicicleta, pero también nos dará el espacio para reflexionar y agradecer a todo lo que ya tenemos, y con quienes ya contamos a nuestro alrededor. Y bueno, no necesariamente tenemos un paraguas que ofrecer mientras tanto… pero siempre, siempre podremos compartir la lluvia.

Gracias Cris y Yeni por la caravana y su compañía!!
Commentaires