Sonríe. ¡Flash!
- Alysia
- 22 ago 2021
- 5 Min. de lectura
Como muchas otras mañanas de mi vida, desperté con la voz de mi papá apresurándome para salir puntuales a nuestro compromiso. El calorcito en mi piel y la relajación de mis músculos no me dejaban levantarme de la cama— encima de que mis oídos conspiradores intentaban bloquear sus llamados desde el otro lado de la puerta. Terminó siendo un ojito curioso quien esta vez nos traicionó al resto de mi cuerpo, abriéndose poco a poco y asomándose entre la pila de sábanas para mirar el día. Un ámbar atmosférico entraba por la cortina entreabierta, infundiendo la mañana con su dulce sabor a miel. Su mensaje entró por mi pupila y le transmitió a mi cerebro que iba a ser una bonita mañana. En otras palabras, fue la luz misma quien logró convencerme de salir a saludarla.

Quedamos de vernos a las 8 con Monserrat, una apasionada narradora y guardiana de Hualpalcalco— pronto a ser la 49na zona arqueológica en México— para realizar el recorrido antes del sol de mediodía. En nuestro viaje nos hemos acostumbrado a tomar en cuenta la luz, el oscurecer y la noche al planear nuestras actividades, ya sea porque queremos evitar algunos o aprovechar de otros. No es algo que solía influir tanto en mi día a día cuando frecuentaba espacios más cerrados, artificialmente alumbrados y climatizados. Sin embargo, en Huapalcalco me di cuenta de la importancia de esta relación entre la luz y sus receptores terrenales, la cual ha persistido desde el principio de los tiempos.

A simple vista, el misticismo y el sincretismo del sitio cumplió con todas las expectativas de una bonita mañana. Es un espacio sin duda fotogénico, y casi que desde cierto ángulo se podría encuadrar en una misma toma la pirámide prehispánica, el cerro prehistórico, la catedral Franciscana, y la ciudad moderna de Tulancingo en el fondo.
Aunque actualmente se conoce por su nombre Náhuatl, que significa "Casa de Madera", ha sido el refugio, templo y salón de clases para muchas, muchas otras tribus y familias— humanas y otras— cuyas huellas aún adornan el lugar. Entre las varias pinturas rupestres que pudimos ver, destacan dos un poco más grandes en cada cerro: una de Sol y otra de Luna. Monserrat nos compartió que según la mitología Náhuatl, la creación del universo surge de la luz y la oscuridad, y le llamaban Ometéotl a esta dualidad primigenia que dio vida al mundo.
Desconozco mucho sobre la cosmovisión Náhuatl, pero sé que en general los pueblos mesoamericanos son reconocidos por su entusiasmada conexión y fascinación con los astros. Tanto así que en los acantilados de Huapalcalco existe una cueva muy especial que durante ciertos momentos del solsticio de invierno, la posición del sol permite que sus rayos la iluminen completa. Monserrat nos contó sobre ese inolvidable 24 de Diciembre en la que toda su familia que vino a visitarla desde Guanajuato se dispersó por el cerro— con celulares y cámaras a la mano— para buscar el punto exacto donde ocurría el fenómeno. Me gustó imaginarme qué hermoso regalo de Navidad cuando encontraron este espectáculo de luz natural. Tan efímero que sólo duró algunos minutos. En esta ocasión, no nos tocó verlo, pero sí dieron ganas de tomar su palabra para volver a finales del año.

Esta hermosa pintura fue interpretada por un artista visitante que nunca vio el evento,
basándose en las puras descripciones de los locales.

Parada frente a los acantilados, con su vista increíble hacia el horizonte, pensé mucho en estas personas de tiempos pasados. Su habilidad, su sensibilidad, y su conocimiento derivado simplemente de observación y experiencia. Sin instrumentos ni aparatos, el mundo natural con todo y sus enigmas eran sus únicos maestros. Por lo que cada año en esa cueva, en ese preciso momento, quienes la habitaran se convertían en estudiantes de Luz. ¿Pero qué nos puede enseñar la Luz?
La Luz es la verdadera maestra del Tiempo, y fue a través de sus instrucciones que se transcribieron los primeros calendarios. Es siempre tan puntual que hemos basado todas nuestras medidas del tiempo en su desplazamiento: tanto el día y los meses, como las estaciones y el año.
Hoy en día con nuestros relojes y luces eléctricas nos hemos desconectado un poco, pero ¿cuántas veces no se nos ha escapado el día hasta que no salimos y vemos que el cielo ya oscureció? ¿Cuántas veces no nos quedamos dormidos hasta tarde porque las cortinas no dejan entrar los rayos del sol? ¿Quién no se ha desorientado después de un cambio de horario, cuando la luz ya no nos parece concordar con la hora que dicta el reloj?
Algo que he notado últimamente es que cuando pongo atención a los cambios de luz, ya sea en el amanecer o atardecer, el resto de mi día camina distinto. Por un lado, es algo indiscutiblemente bello que presenciar, pero por otro lado, también siento como si me estuviera sincronizando a ella. Los Náhuatl que vivían en Huapalcalco seguro sabían de esto. Los animales también se saben acoplar a los ciclos de la luz, y las plantas aún más, ya que se alimentan directamente de ella. Pero existe otra especie medio bizarra que también es muy perceptiva a la calidad de luz durante el día, y casualmente estoy viajando con dos de ellos...

Los fotógrafos.
La verdad es que casi todas las veces que mi papá me despierta y me apresura por las mañanas, con quien tiene un compromiso es con la Luz. Hay que ganarle porque ella no espera a nadie. Por eso los fotógrafos siempre andan buscando la mejor luz, los primeros rayos crepusculares, o la afamada Golden Hour, u "Hora Mágica".
Es un deporte de luz y tiempo, ya que de esos dos elementos nace el momento. El juego de la fotografía consiste en capturar ese momento antes de que se escape. Pensándolo bien, se parece bastante a nuestros ancestros que atrapaban la luz en sus cuevas, sólo que ahora se hace con cámaras.
Me tocó crecer con un papá cazador de momentos. Y seguramente, de él heredé ese ojo curioso que me sigue levantando de la cama. Como la mayoría de veces, debo admitir que valió la pena. Porque la vida es de los momentos y el universo ilumina en cada instante.
Sonríe. ¡Flash!

Quiero agradecer a mis fotógrafos favoritos Alex y Mariana...de quienes aprendo diariamente a apreciar la belleza del momento, y quienes se rifan capturando los que nos toca compartir. Y a todos los nuevos lugares que he conocido, que como buenos maestros, me dejan con la tarea de pensar y reflexionar. Si tienen chance de visitar Huapalcalco o de viajar con fotógrafos, ambos los recomiendo altamente!
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