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Te Invito A Un Temazcal

  • Foto del escritor: Alysia
    Alysia
  • 30 sept 2021
  • 4 Min. de lectura

Cuando por fin ya estaba acurrucada y acomodada en mi casa de acampar, apunto de dormirme a la orilla del lago de Santa Maria Regla, sonó mi teléfono. Quien me conoce sabe que no soy muy buena para contestar el teléfono, mucho menos si no tengo el numero registrado. Pero por alguna extraña razón, decidí hacerlo. Era Mariana, y nos estaba invitando a un temazcal la mañana siguiente. Se siente bien bonito que alguien te invite a algo así— mas aún cuando esa persona es como tu hermana— por lo que esa noche me arrulló la emoción y el gusto de haber contestado la llamada.



Mariana lo coordinó de trueque con el Centro Ecoturístico Del Lago, intercambiándolo por su trabajo de fotografía. Ademas de nosotros, había invitado a su prima Paulette, y de último minuto jalamos a Chachi (ó Jade en mexicano)— una cicloviajera de China con la que coincidimos en nuestro camping y en nuestro interés por conocer los prismas basálticos. Después de haber recibido generosas invitaciones de tantos anfitriones y nuevas amistades a lo largo del viaje, se agradece mucho cuando un trueque además nos da la oportunidad de compartir la experiencia con más personas. Con invitados nuestros. Sobre todo si se trata de un temazcal. Desde que empezamos a viajar juntos hemos compartido ya varios temazcales, y nos damos cuenta que la experiencia (al igual que el viaje) siempre cambia dependiendo del lugar geográfico y de las personas que lo alimentan.


Lo primero que hizo Ignacio al recibirnos en la entrada (quien hizo el acuerdo con Mariana) fue presentarnos y ubicarnos en el lugar geográfico, con un recorrido de sus amplias instalaciones. Percibí una notable congruencia entre las historias que nos contaba sobre el proyecto, y lo que reflejaba el espacio mismo— complementando la larga historia

de vecindad e involucramiento

como su co-autor.


Entendí a través de la impresionante planta de tratamiento de aguas residuales— así como de la cocina sustentable y abastecido por el mismo huerto— que es un proyecto con mucha experiencia de colaborar. Que maneja la filosofía del trueque. Que sabe buscar lo que suelen llamar situaciones de "ganar-ganar" donde los más posibles disfrutemos de la alianza. En nuestro caso, hasta con invitados. Justo antes de hacer un temazcal en un lugar que previamente desconocía, me dio mucho gusto ver que el emprendimiento que lo ofrece estuviera en tan buenos términos con su entorno. No es por nada que hay un temazcal en cada habitación...


Ignacio nos confesó muy razonablemente que no sería posible hacer un temazcal ceremonial sin mayor aviso previo, por el mismo respeto a las raíces y tradiciones nativas del lugar. Sin embargo, nos dio la opción terapéutica— una en la que nosotros mismos seríamos quienes lo moderan. Después de que Ignacio nos había mostrado en el huerto todas las hierbas que se usan para los tés, de donde se toma la leña y donde se calientan las abuelitas, sentí como que al menos ya rompimos el hielo con estos seres medicinales. El chamán generalmente es quien juega este papel de intermediario entre las personas que participan en el temazcal y la Madre Tierra. Quien sabe hacer llegar su medicina a quienes la necesiten. Según la tradición prehispánica, entrar a un temazcal imita un regreso al útero de la Madre, por lo que se considera un renacimiento cuando vuelves a salir.



Después de casi un año viajando juntos, se podría decir que trabajamos bien en equipo. Nos fuimos turnando para echar el agua, los aceites esenciales, pasar los tés, y llevar los cantos, a veces sin tener que pedir los relevos. Hasta Ignacio participó desde afuera, esperando con una toalla a quien se fuera saliendo. Un ejercicio de team-building que sin duda nos dejó afinados en el mismo tono. Ahí en la oscuridad, jugamos con los cuatro elementos: sacrificamos el agua, despertamos el fuego, limpiamos el aire, y honramos la tierra desde adentro de ella. No recuerdo bien cómo fue estar en el útero de mi Madre, pero la combinación de tantos elementos y catalizadores naturales en un lugar como éste—oscuro y humedecido— se imagina germinar más vida y creatividad que exportar al mundo.


Supongo que el sentirnos plenamente humanos— lo único que hemos sido desde antes de nacer, y que incluye cierta sensibilidad, vulnerabilidad, y humildad ante los cuatro elementos, con quienes debemos aprender a interactuar— es parte

de la terapia. El recordatorio, su medicina. Quizás no sea tan comercial, pero seguramente curará algún mal. No recuerdo bien cómo fue nacer la primera vez, pero salimos de ahí muy relajados, hambrientos, y contentos, con ganas de partir el pan y compartir la mesa en celebración del día.


Aunque no lo hemos practicado muy seguido, considero que el temazcal es un ritual muy adecuado para quienes viajan en grupo como nosotros. Cuando viajar se convierte en tu estilo de vida, absorbes mucha energía de todos los diferentes espacios y personas que te rodean, ya que de ellos siempre depende la experiencia de uno. Veo necesario que de vez en cuando demos pausa, y nos frenemos para conectar y agradecer a ésta y todas las tierras que hemos visitado. A éstas y a todas las personas con las que hemos convivido. El temazcal nos provee un escenario perfecto para devolver todos esos pensamientos positivos que nos han nutrido y levantado por lo que ya casi ha sido un año completo.



Después de un delicioso sazón y el buen rapport que compartimos en la sobremesa, Ignacio nos ofreció hospedaje para los seis (siete incluyendo a Delta) en una de las cabañas frente al lago... y debo admitir que esta cama, de donde ahora escribo esto, es mucho más cómoda que nuestra casa de acampar.


Muchísimas gracias a Ignacio, Isidro y a Trini del Centro Ecoturístico Del Lago, que son del tipo de coincidires que nos motivan a seguir haciendo esto... y a Mariana por seguir buscándolos, y por compartir todas las imágenes que decoran esta publicación.

**Para ver más de su trabajo, dale click aquí.**

 
 
 

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